Calor seco en la sauna y calor húmedo en el baño turco; en ambos casos lo común es la temperatura y su finalidad la transpiración.
El calor se ha utilizado como terapia desde la antigüedad. Los mayas, los romanos, los griegos, y los turcos, ya usaban los baños de vapor en su vida diaria. En Finlandia, actualmente, la sauna es una filosofía de vida y casi todas las casas tienen una.
En las antiguas civilizaciones el baño público era un símbolo de cultura y prestigio, además de un lugar de purificación, en la actualidad está vinculado al ocio y al cuidado del cuerpo.
El baño turco o hammam y la sauna tienen indiscutibles beneficios sobre la salud y el estado de la piel. Su uso constante previene enfermedades, dolencias o desequilibrios del organismo. Ambos alternan calor y frío con fines higiénicos y/o terapéuticos.
La diferencia estriba en que mientras en la sauna se da un calor elevado y seco, en el baño turco la temperatura es menor y mayor su grado de humedad, lo que hace que, en contra de lo que pueda parecer, en éste último se sude menos que en la sauna. La explicación se halla en el propio funcionamiento corporal. Cuando la temperatura externa es superior a la del cuerpo, el organismo, para refrigerarse, suda, emite líquido a través de los poros dilatados, líquido que con su evaporación dispersa el calor y, por tanto, refrigera el organismo. Si la humedad del ambiente, como en el caso del baño turco, recubre toda la piel, no se suda porque el vapor de agua hace la función de dispersión del calor.