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Crianza de coipo, un proyecto productivo y familiar

Su cualidad de ser tan trabajador como una hormiga no es precisamente la más apreciada, sino su pelaje tupido y suave, del cual ha derivado el interés hacia su crianza industrializada.
Si a eso se le agrega que no da mayores problemas por sus hábitos de limpieza y su carácter tranquilo y pacífico, siempre que se respeten sus costumbres silvestres, el coipo puede ser un buen socio -aunque no tradicional- para su proyecto productivo.
La particular forma de vida de este animal y sus guaridas hábilmente construidas con dos ambientes -una buhardilla y una terraza- los hacen en ciertos aspectos casi humanos, por lo que han sido objeto de numerosos estudios y documentales.

El coipo, un roedor tranquilo y pacífico

Este mamífero nativo pertenece al orden de los roedores y habita desde el sur del Brasil hasta Magallanes. De él se conocen dos especies: Myocastor coypus (Molina) y Myocastor coypus melanopp (Osgood). El primero es vulgarmente llamado coipo y el segundo, coipo del sur.
Su nombre viene del mapuche "co", que significa agua, e "ipin", que quiere decir barrer.
Los araucanos lo acuñaron inspirados en la forma de nadar y en la estela que dejan estos animales al desplazarse en el agua. También se conoce como "rata castor" o "rata de río". Es un animal herbívoro, de forma semejante a un ratón grande, con cola redonda, y en edad adulta llega a pesar hasta siete kilos. En sus patas posee membranas interdigitales, al estilo de los patos, para impulsarse en el agua.
Habita en regiones boscosas con abundantes matorrales, a orillas de los ríos, esteros y lagunas, donde puede encontrar juncos, cañaverales o totorales. En general, busca aquellos lugares en que abunda la vegetación acuática, que le sirve para su alimentación y para construir su casa. Come principalmente pastos, raíces, tubérculos, granos, verduras, frutas y, como roedores que son, también cortezas y troncos leñosos de árboles.
Su guarida, de tipo familiar, consta de dos ambientes, una buhardilla o dormitorio y una terraza o plataforma acuática. Cada pareja edifica sus propias dependencias inmediatamente después de aparearse.
Son animales tranquilos y pacíficos y sólo riñen en épocas de celo o al disputarse los alimentos. Los coipos son sedentarios y únicamente emigran en casos de peligro por ataque de cazadores, falta de alimento o sequía.

La reproducción del coipo

Llegan a su madurez sexual a los seis o siete meses de edad, cuando los machos se disputan a las hembras en fuertes peleas que terminan con la muerte o la huida de los derrotados. Los que consiguen a sus hembras, constituyen una pareja monogámica.
El apareamiento se produce entre julio y agosto, y la gestación de las hembras se extiende entre cuatro y cinco meses, al cabo de los cuales nacen de seis a diez crías. Cuando llega el momento, el macho ayuda a la hembra en el cuidado de los vástagos, a quienes enseñan a nadar y a proveerse de alimentos. Si alguno se cansa, los padres lo llevan sobre el lomo.
La hembra, que posee dos hileras de mamas sobre el espinazo, los amamanta hasta los dos meses de edad. Después del destete, las crías forman grupos con los pequeños de las otras familias, hasta el momento de su madurez sexual.

Crianza de coipo artificial

Por tratarse de animales tranquilos, pacíficos y limpios, la explotación y crianza artificial de los coipos es sencilla y fácil. Se les puede mantener en semilibertad o en cautiverio, siempre que se respeten las costumbres propias de su vida silvestre. Con fines productivos, sin embargo, en este caso se les transforma en polígamos, destinando un macho para ocho o diez hembras.
La alimentación de un criadero debe ser la misma que obtienen en su hábitat natural, pero enriquecida con iguales suplementos nutritivos que los empleados para criar conejos.
Las hembras en gestación y los machos que se encuentran en período de monta, deben recibir también una ración alimenticia complementada básicamente con harina de pescado; leche fresca o en polvo, granos y vitaminas.

La piel del coipo

El coipo es especialmente apreciado por su hermosa piel, que puede encontrarse en variadas tonalidades, desde el castaño oscuro o marrón en el dorso, hasta colores algo más claros en los costados. En el vientre presentan un rojo sucio, y en la cabeza, un moreno blanquecino.
Al igual que la nutria y el castor, el coipo tiene dos clases de pelos, una felpa constituida por pelos cortos, suaves y lanosos, muy densos en el vientre, de color pardo ceniciento. Esta parte es la más apetecida en la industria peletera, porque en el lomo su pelaje es más ralo.
Tienen también un sobrepelo, compuesto de fibras más largas, ásperas y cerdosas, de color marrón o pardo oscuro, algo sucio. Estos pelos cubren casi totalmente a la felpa y tienen aplicación en peletería.
Generalmente, la piel de coipo no se tiñe sino, que se mantiene en su color natural, destinándola, por su densidad y durabilidad, a la confección de abrigos.
La crianza artificial de estos animalitos nativos deja sin efecto el riesgo de extinción que antiguamente amenazaba a las especies pelíferas en general