Las hay de muy diversas formas, como las acorazonadas (forma de corazón), o las lanceoladas (forma de lanza). Igualmente se diferencian entre las simples, conformadas por un pecíolo y un limbo, y compuestas, con varios pecíolos y limbos unidos a un eje central, entre otras clasificaciones.
En cuanto a su multiplicidad de funciones, las de ciertas especies sirven a la planta para allegar alimentos y formar frutos y semillas. Algunas son pequeñas y otras de tamaños enormes, casi gigantescas.
También podemos encontrar ejemplares de hermosos colores y múltiples formas, muy apreciadas por su aporte ornamental en parques y jardines, mientras otras constituyen un valioso alimento para animales que sirven al hombre, como la alfalfa, trébol, ballica, festuca y otras.
Cuando están nuevas y tiernas dan vida y color a las plantas y al entorno en que éstas se encuentran. Tal vez por eso, al pegar el otoño, su caída nos trae nostálgica melancolía.
Es en esta época, en que se producen modificacsones en el punto donde el pecíolo se une al tallo, debilitándose la base de la hoja, de modo que el viento ocasiona su caída. El cambio de color se debe, en parte, a la descomposición de la clorofila verde y a la aparición en dicha época de otros pigmentos rojos o purpúreos en el jugo celular.
De muchas maneras, somos ávidos consumidores de hojas, para nuestro solaz y alimento. Pasan a integrarnos por la vista, olfato, tacto y, por supuesto, el gusto