La floración prematura en aquellas especies de las cuales esperamos obtener mayor crecimiento de hojas y tallos es uno de los muchos accidentes, fenómenos y enfermedades que, independientemente de la variedad, suelen afectar a la población vegetal.
Pero ánimo, señales muy sencillas de distinguir nos pueden indicar el origen de una disminución en el desarrollo de nuestras plantas, ya que existen formas de reconocer sus causas y, en muchos casos, de prevenirlas.
En realidad, cuando sé presenta algún fenómeno inquietante sin un motivo aparente, tenemos tendencia a atribuirlo a la calidad de la semilla, a una variedad inadecuada o a problemas ambientales, sin efectuar un examen apropiado.
Aunque todos esos factores inciden en un desarrollo normal, existen otros elementos que, ligados a ellos, nos permiten efectuar una interpretación más exacta.
La luz es una de las variables más importantes, e interesa principalmente desde el punto de vista de su duración e intensidad. Todas nuestras plantas requieren de un lapso diario de luz que les es más favorable. Algunas necesitan días largos, otros días cortos, mientras un tercer grupo no manifiesta preferencia sobre el particular. Lo mismo ocurre con la intensidad lumínica, íntimamente ligada a los procesos de nutrición.
En cuanto a la temperatura, las alternancias de aftas y bajas permiten la transformación de carbohidratos en azúcares, en las especies cucurbitáceas. Las extremas diferencias entre la media diurna y la media nocturna, así como la escasez o exceso de humedad, suelen determinar cambios de consideración. La floración y la fructificación del tomate, entre otras especies, dependen en gran medida de estas variables