Tallos y troncos
De los movimientos generados al interior de los tallos y troncos  depende todo en la vida de las plantas. La fuerza misteriosa que pone en  marcha su desarrollo, está centrada en esta parte principalmente,  originando todo el esplendor de las especies vegetales. 
Algunos  se han atrevido a especular acerca de cómo se gesta esta actividad, con  mayor o menor pretensión científica. Una de las tesis más conocidas,  descrita en el tratado de Fisiología Vegetal de Lyon y Buckmann, se  denomina teoría de cohesotranspiración. Según ella, la transpiración de  los vegetales genera una tensión que, sumada a la cohesión de las  moléculas de agua, es capaz de impulsar hacia el follaje los fluidos y  sustancias que la raíz absorbe. Una proposición que, naturalmente, no  pretende llegar más allá de explicar una meta manifestación en el plano  físico. 
 El tallo, que en los árboles comprende el tronco, así como  las ramas principales y las secundarias, es el eslabón de enlace entre  las raíces y las hojas.  Sus tejidos son continuos con los dé la raíz  y las hojas y constituyen una vía para el intercambio de sustancias.  Las ramificaciones son el origen sostén de las flores y frutos en la  posición adecuada, para que se efectúe la reproducción, y de las hojas,  de modo tal que cada una de ellas quede expuesta a la mayor cantidad  posible de luz solar. 
Ninguna planta que desarrolle ramillas  está constituida solamente por raíces y hojas, aunque a veces las  primeras se confunden con los tallos, cuando éstos son subterráneos o  aquéllas son aéreas. Los helechos y ciertas gramíneas son plantas con  tallos subterráneos llamados rizomas, que crecen inmediatamente bajo la  superficie del suelo. 
Los tallos subterráneos engrosados,  adaptados al almacenamiento de nutrientes, se denominan tubérculos, como  es el caso de la papa. La cebolla es otro ejemplo, llamado bulbo, 
que alcanza mayor volumen recubriéndose con la base de las hojas, como túnicas superpuestas. 
Tipos de tallos
Los  tallos pueden ser herbáceos o leñosos. Los más tiernos, verdes y más  bien delgados son los herbáceos, característicos de las plantas anuales.  Estas especies hacen de una semilla, se desarrollan, florecen y  producen nuevas semillas en un solo período vegetativo, muriendo antes  del invierno siguiente. 
Otro tipo de plantas herbáceas son las bianuales, cuyo ciclo vegetativo comprende dos 
períodos  o años. En el primer lapso, mientras la planta crece, se almacenan  alimentos en la raíz. En el segundo año, el crecimiento vegetativo es  reemplazado por la elongación de la yema terminal, originando así flores  que producirán nuevas semillas. La zanahoria y la betarraga son  ejemplos de plantas bianuales o bienales. 
Las plantas leñosas,  perennes, que viven más de dos años y tienen un tallo grueso y duro -o  tronco-, son muy diferentes de las plantas herbáceas. En este grupo se  clasifican los árboles, que crecen elevándose a cierta distancia de la  tierra antes de, ramificarse, a partir de un tallo principal o tronco.  Un arbusto es también una planta leñosa perenne, pero con varios tallos  importantes.
El interior del tallo de las plantas
Los  tejidos y distintos tipos de células del tallo se desarrollan mediante  un proceso de diferenciación, hasta constituir una célula madura y  funcional con una función determinada. Este proceso, desde la formación  de estas pequeñas unidades, se efectúa en regiones específicas llamadas  meristemas, los cuales se distinguen, asimismo, en varios tipos. 
Los  meristemas apicales se encuentran en las puntas de las ramas y en ellas  se originan todos los demás tejidos primarios, entre ellos la  protodermis, que forma las células de la epidermis; el meristema  fundamental, dedicado a parte de la corteza y la médula; el procabium,  que crea los tejidos vasculares. 
La epidermis impide que ocurran  pérdidas de agua y facilita el intercambio de gases indispensable para  la respiración y la fotosíntesis. 
De ellos surgen también los  meristemas fundamentales, en los cuales se forman la médula -en el  centro mismo del tallo- y la corteza, en un cilindro localizado por  debajo de la epidermis, rodeando los tejidos vasculares. 
En los  tallos viejos -de más de un año-, la epidermis es reemplazada por otro  tejido llamado periodermis, cuyas células externas o superficiales  tienen corcho y son, por lo tanto, más resistentes. Puesto que forman  nuevas cantidades de tejido leñoso ordenado en anillos concéntricos,  generalmente representativos de una estación de crecimiento, su  totalidad permite calcular la edad de la rama o tronco. 
Las  especies que desarrollan mayor cantidad de tejidos leñosos exteriores  tienen mayor resistencia a los daños mecánicos; pero tanto en ellos como  en los más delicados, cuando se ven precisados a cicatrizar una herida,  invierten en la emergencia todos sus recursos energéticos, desviándolos  de los vegetativos. 
En una simple observación externa se pueden apreciar las denominadas 
yemas,  de las cuales la más activa es la yema terminal, puesto que crece hacia  arriba, dándole altura a la planta en forma más vigorosa que cualquiera  de las axilares. Las yemas laterales inferiores de un retoño con  crecimiento de un año permanecen en reposo y no se desarrollan para  constituir ramas. No obstante, si se corta la yema terminal mediante una  poda, pueden volverse activas y fructificar.
¿Cuándo podar las plantas?
Los  tejidos vasculares del tallo están constituidos por grupos de conductos  o tubitos, que transportan en forma especializada el agua y los  nutrientes hacia las ramas y hojas. A su vez, desde las hojas, a través  de las ramas y tallos mayores, conducen sustancias hacia la raíz. 
Estos  conductos interiores aumentan considerablemente su ritmo de actividad  en los períodos de crecimiento, durante la primavera, y lo reducen en  invierno. Es esta periodicidad en su desarrollo la que determina la  oportunidad más indicada para realizar podas y aplicar con provecho las  fertilizaciones. 
Si los cortes se efectúan en los meses de  latencia, dormancia o receso invernal, la recuperación de la planta es  más fácil. En cambio, si se realizan en el momento de pleno crecimiento,  el ejemplar sufre mayores pérdidas en sus fluidos, se recupera con  mayor dificultad y puede incluso morir. Esta época es, más bien,  apropiada para todo tipo de abonamientos que respalden su expansión  vegetativa. 
 Conocer estos aspectos de la morfología de las plantas  nos ayudará a fijar nuestra comprensión sobre las relaciones entre su  aspecto visible y sus requerimientos, sin necesidad de consultar  manuales sobre el particular en cada temporada.Les recordamos algunos de nuestros servicios : 
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