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La poda del jardín  

Se afirma que la poda, más que un simple trabajo, es un arte y que, como tal, es preciso practicar para mejorar el estilo de la vegetación... Y ello no significa que se deba convertir en un vicio, pues no faltan algunas personas que llevadas de su entusiasmo y con tijera en mano arremeten contra cualquier árbol o arbusto que encuentren a su paso.
Para evitar exageraciones o errores que se lamentarán después, cuando el daño será irrecuperable por muchos años, es vital tener en cuenta el objetivo que cumple cada árbol o planta en nuestro terreno, además de sus características, para determinar qué poda le corresponde y si es realmente necesaria.
Así, los árboles frutales de hoja caduca deben ser podados, pero no necesariamente los de hoja perenne y los ornamentales. 

Ornamentales: poda de limpieza

Con estos últimos, los árboles ornamentales y en general los de hoja perenne, hay que tener cuidado, pues con la poda se pueden deformar irreparablemente. Si a un pino, por ejemplo, se le corta el vástago principal, perderá para siempre su característica forma. También es probable que nuestra intervención produzca un cambio peor, la pérdida del objetivo que cumple en el conjunto; si se desea un árbol que dé sombra y se le reduce la copa al mínimo, obviamente ya no nos servirá en el verano.
Por lo tanto, sólo se debe recurrir en estos casos a la poda de limpieza, que consiste en cortar las ramas secas (que atraen hongos e insectos), las dañadas y enfermas y aquellas que están mal dirigidas.
Es preciso destacar que esta poda se debe hacer lo antes posible, pues con los vientos y las lluvias de esta época las ramas toman mayor peso y se quiebran. Lo mismo sucede en primavera: cuando brotan las hojas, aumenta el peso y los vientos propios de septiembre pueden causar estragos.

Árboles frutales

Los árboles frutales de hoja caduca deben ser podados por tres razones:
  1. Para darles forma
  2. Para rejuvenecerlos
  3. Para mejorar sus frutos
Existen fundamentalmente tres tipos de podas:
  1. Deformación
  2. De producción
  3. De renovación
La excepción la conforman los frutales de hoja perenne, como los naranjos y limoneros, que no necesitan poda de formación, pues ella retrasa considerablemente su desarrollo. Sólo después del quinto año se les debe practicar una poda de limpieza.

Poda de formación

La poda para dar una determinada forma se hace en invierno. Es importante darle el contorno al árbol cuando todavía es joven. Las ramas principales, que parten del tronco -las que nacen de ellas se llaman secundarias-, constituyen el contorno o "esqueleto" del árbol y lo más conveniente es reducirlas al mínimo en cuanto a cantidad.
Con esta poda se consigue una copa bien formada, y desde todos los ángulos, que permitirá que el aire y la luz puedan penetrar hasta las ramas fructíferas.
De la forma que se le quiera dar al árbol dependerá la técnica a emplearse, pero una de las más comunes consiste en dejarle una corona de tres o cuatro ramas a la altura deseada para, luego, cada 50cm aproximadamente, ir distribuyendo las ramas secundarias.
La poda se practica en forma bastante sencilla. La rama se corta por encima de alguna de sus laterales o de una yema que, con el tiempo, se transformará a su vez en una nueva rama que modificará el follaje futuro del árbol, de acuerdo a nuestro propósito.
No debe hacerse el corte demasiado cerca ni muy lejos de la yema, recomendándose practicarlo aproximadamente a 1cm por encima, porque el tocón que resulta -es decir, los restos de la rama cortada o muñón-, generalmente se seca y se necrosa (se pudre), permitiendo la aparición de micosis (hongos), lo mismo que sucede con un corte desgarrado.
La inclinación del corte no debe estar dirigida hacia la yema, porque la savia escurrirá hacia ella, dañándola. Esa savia que produce la herida, por otra parte, favorece una rápida curación.
Conocida también como brote de "enmedio", la rama principal que constituye el tronco del árbol se poda cada año unos 30 o 40 cm. Por último, hay que eliminar todos los brotes que se dirijan hacia el corazón del árbol y todos los chupones (brotes largos, rectos y vigorosos que no producen jamás frutos). Además se podan las ramas laterales que cuelgan y son demasiado largas. Pero, ¡ojo! Todos los cortes se deben hacer a 1cm por encima de las yemas.
La poda invernal tiene en general el efecto de estimular el desarrollo vegetativo del árbol. Si un ejemplar se desarrolla débil, es aconsejable una poda vigorosa, que llegue a eliminar incluso hasta la mitad del mismo; si el árbol crece con fuerza, la poda debe ser muy ligera.

Poda de producción

En primavera se practica la poda de producción, que tiene el efecto contrario a la de invierno: inhibe el crecimiento del árbol y estimula a las ramas fructíferas a desarrollarse más que las secundarias. La eliminación de la vegetación nueva, de la temporada, hace que el fruto salga antes y en mayor cantidad.
Consiste esta poda, principalmente, en cortar los brotes nuevos que no tengan utilidad (mal ubicados) cuando midan entre 3 y 5cm, para evitar el exceso de vegetación, que se traduce en sombra y pérdida de energía para el árbol. El fenómeno se observa especialmente en las parras, que dan muchos brotes en el tronco.
Es bueno también deshojar los lugares frondosos, que provocan problemas al impedir el paso de los rayos solares que harán madurar los frutos, tarea que debe ejecutarse cuando comienza el periodo de madurez.
Con respecto a los frutos, es conveniente hacer un raleo a finales de octubre o noviembre -en la zona central-, cortando los más pequeños, deformes, enfermos y dañados. Si los frutos están muy juntos, necesario será cortar algunos, de manera que queden a una distancia de 8 a 10cm, evitando que se toquen entre sí cuando maduren, lo que conspira contra su mejor crecimiento