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Planificación de los cultivos del jardín


Es el momento de hacerse un plan de cultivo rotativo, de modo que éstos reciban el mayor beneficio posible del suelo. También es el momento de recoger remolachas, patatas, manzanas, etc. y de sembrar espinacas, lechugas de invierno y cebolletas.

A planificación sobre el papel es particularmente importante si tiene que sembrar y plantar las especies respectivas en sus sitios definitivos al año siguiente. En otras palabras: debe empezar a pensar en la rotación de los cultivos, un principio hortícola casi tan importante como la fecundidad del suelo. La rotación de cultivos supone la agrupación de determinadas especies para plantarlas o sembrarlas juntas y su traslado, dentro del huerto, a lo largo de los años.

Dos buenas razones para planificar cultivos rotativos

Hay dos buenas razones para elaborar un plan cultivo rotativo: la primera es que las diferentes hortalizas consumen diferentes cantidades de nitrógeno, fósforo y potasio. Las que tienen áreas foliares relativamente grandes requieren más nitrógeno que otras, mientras que los tubérculos son ávidos de fósforo. Por tanto, si se usa un abono de tipo general al comienzo de la estación, habrá partes del huerto en las que quedarán en el suelo restos de elementos nutritivos. Estos residuos serán de enorme valor para otros grupos de hortalizas que los aprovecharán al año siguiente.

Además, todos los miembros de la familia del guisante y la judía tienen una característica peculiar desconocida en otras especies: las raíces están cubiertas de pequeños nódulos que, a primera vista, podrían confundirse con las deformaciones provocadas por una enfermedad, pero que en realidad son los llamados nódulos radiculares, que albergan grandes poblaciones de bacterias capaces de extraer nitrógeno de las bolsas de aire que hay en el suelo y de convertirlo en nitratos (fertilizantes valiosos). Los guisantes y judías, por tanto, dejarán nitrógeno en el suelo, del que otros vegetales podrán beneficiarse en su momento.

Por ello, la mejor manera de levantar los guisantes y judías que hayan dejado de dar fruto es cortarlos a ras del suelo, dejando enterradas las raíces y echando al montón de compost sólo las partes aéreas.

La segunda razón para adoptar la rotación se refiere a las plagas de insectos, así como a las enfermedades criptogámicas. La mayor parte de los insectos y hongos que atacan a las hortalizas pasan el invierno en el suelo, son capaces de soportar las más fuertes heladas y dan en primavera origen a una nueva generación de invasores dañinos.

La hernia de la col, que ataca a todas las especies de esta familia, es un ejemplo típico: incluso si todas las plantas con deformaciones en la raíz se eliminan y se queman, siempre quedan en el suelo algunas esporas de la enfermedad. Si se plantan de nuevo coles u otras plantas de esa familia al año siguiente y en el mismo sitio, se infectarán inmediatamente. Pero si se las lleva lo más lejos posible del suelo atacado y se aplica un fungicida adecuado, las probabilidades de que sobrevivan serán, en este caso, muchos mayores.

En que consiste el plan de cultivo

Para un huerto de tipo medio, un plan de rotación de tres años es el más sencillo y eficaz. Para empezar, agrupe las hortalizas como sigue:

  1. Raíces y tubérculos: zanahorias, remolacha, chirivías y cebollas.
  2. Guisantes y judías: habas, judías trepadoras, judías enanas y guisantes.
  3. Brasicáceas: col, brécoles, coles de bruselas, col rizada, coliflor, nabo y rutabaga.

En estos grupos hay dos aparentes anomalías: las cebollas no son tubérculos, mientras que sí lo son los nabos y la rutabaga. Las cebollas se incluyen en el grupo 1 porque conviene plantarlas al lado de las zanahorias o en hileras alternadas con ellas. La razón es que los dos respectivos insectos que las atacan (la mosca de la cebolla y la de la zanahoria) se guían por el olor para alcanzar la planta: si ambas se juntan, sus respectivos olores se disimulan entre sí y el riesgo de plaga es menor. La rutabaga y el nabo, pese a ser cultivos de raíz, pertenecen a la familia de la col, y están expuestas a las mismas enfermedades. Ambas, por ejemplo, pueden contraer la hernia de las raíces, lo que da sentido a su rotación incluida dentro del grupo 3.

Las hortalizas que quedan, como puerros, lechugas, etc., pueden plantarse en los sitios que queden libres.

El último factor que determina la sucesión en que deben trasladarse los grupos de hortalizas está relacionado con las necesidades de elementos fertilizantes. Las plantas de raíz (como las zanahorias) toman formas raras en suelos recién abonados, rindiendo resultados mejores en terrenos abonados para el cultivo anterior. No hay nada mejor que colocarlas tras los guisantes y judías del grupo 2.

En la tabla de rotación se explica claramente el plan trienal, indicándose los abonos que darán mejores resultados en el caso correspondiente