En principio, lo más aconsejable es que la piscina cuente con un filtro, el cual se encargará de retener la suciedad de mayor tamaño (es decir, cabellos, hojas, papeles). Los filtros más eficientes, y que pueden conseguirse a buen precio, suelen ser los de arena, aunque existen muchas otras opciones. Cabe destacar que la función del filtro no es remover bacterias, si bien es capaz de hacerlo con algunas; el principal objetivo de un filtro es retener las partículas de suciedad que mencionábamos anteriormente, las cuales son responsables de tornar el agua turbia. Para todo lo demás, es posible adquirir productos químicos que tienen funciones específicas. Lo cierto es que los filtros de arena solo serán efectivos si son utilizados junto con algún producto floculante -también llamado clarificador-, cuya misión es aumentar el tamaño de las partículas en suspensión para que éstas sean finalmente retenidas por la arena del filtro.
Una ventaja de este tipo de productos es que no resultan peligrosos para la salud de las personas, así como tampoco modifican el pH del agua, por lo que no hace falta realizar chequeos de cloro y pH luego de utilizarlos en la piscina.
