En un diseño básico de solarium, la luz natural atraviesa el vidrio u otro material calentando el espacio el cual puede ser vertical o inclinado; para moderar las oscilaciones de temperatura pueden emplearse materiales pesados como agua o mampostería, de esta manera absorbemos el calor. El asilamiento del cielo raso, la pared y los cimientos minimizan la pérdida de calor durante los días fríos; entre las características del control climático encontramos a los ventiladores, las ventanas operables y las ventilas que evitan que el solarium se recaliente. Podemos afirmar que este aparato cumple una única función: broncear nuestra piel, pero para conseguir los resultados deseados es necesario tener paciencia ya que un exceso de radiación UV altera el funcionamiento normal de las células de nuestra piel causando cáncer o incluso mutaciones. Un exceso de solarium también implica un adelantamiento del proceso de envejecimiento natural de la piel, es muy probable que se hagan presentes las arrugas, los relieves, las manchas y hasta un engrosamiento. Las sesiones necesarias están calculadas en aproximadamente 5 y 10 turnos; para que los resultados obtenidos perduren se aconseja utilizar hidratantes para ayudar a reponer las vitaminas y nutrientes que se pierden en las sesiones, es así como mantendremos la piel suave. Por último, si dudamos de cómo reaccionará nuestra piel o si ésta es demasiado blanca para esta práctica, lo que debemos hacer es consultar con el dermatólogo antes de proceder.